Producto del cambio climático, los modelos predictivos anuncian aumentos dramáticos en la intensidad, la duración y la frecuencia de eventos extremos. A pesar de esto, poco se sabe sobre los efectos de las temperaturas extremas en los sistemas naturales. Los escasos estudios existentes, han reportado, por ejemplo, que una ola de calor con temperaturas superiores a 42 °C producida el 12 de enero de 2002 en Nueva Gales del Sur, Australia, produjo una mortandad de más de 3500 individuos en nueve colonias de la especie de murciélagos conocidos como zorros voladores (Pteropus spp.). En las colonias, se registró una clara conducta termorregulatoria para evitar la hipertermia (ventilación de las alas, búsqueda de sombra y jadeo), pero aun así, la especie más perjudicada con esta ola de calor, registró una mortandad entre un 10–13% de la colonia al no poder controlar la temperatura corporal. Este es un claro ejemplo de los posibles efectos de las temperaturas extremas sobre las especies terrestres, lo que resalta a su vez, las complejas implicancias del cambio climático sobre el comportamiento, la demografía y la supervivencia de las especies. Para más información lea, Welbergen et al. 2008: Climate change and the effects of temperatura extremes on Australian flying-foxes.
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